4.4.08

Naturaleza y VIDA - enseñanzas celtas




En la poesía celta existe el color, la fuerza y la intensidad de la naturaleza.

En sus bellos versos reconoce el viento, las flores, la rompiente de las olas sobre la tierra.

La espiri­tualidad celta venera la luna y adora la fuerza vital del sol. Muchos antiguos dioses celtas estaban próximos a las fuentes de la fertilidad y el arraigo.
Por ser un pueblo próxi­mo a la naturaleza, ésta era una presencia y una compañera
La naturaleza los alimentaba; con ella sentían su mayor arrai­go y afinidad.
La poesía natural celta está imbuida de esta calidez, asombro y sentido del arraigo.

Una de las oraciones celtas más antiguas se titula La coraza de San Patricio; su nom­bre más profundo es La brama del ciervo. No hay división en­tre la subjetividad y los elementos. A decir verdad, son las mismas fuerzas elementales las que dan forma y elevación a la subjetividad:

*****Amanezco hoy por la fuerza del cielo,
***** la luz del sol, el resplandor de la luna, el esplendor del fuego,
***** la velocidad del rayo, la rapidez del viento, la profundidad del mar,
*****la estabilidad de la tierra, la firmeza de la roca.
*****Amanezco hoy por la fuerza secreta de Dios que me guía.
*****Siempre estamos viajando de las tinieblas a la luz.
***** Cada día es un viaje. Salimos de la noche al día.
***** La creatividad nace en ese umbral primero donde la luz y las tinieblas se prueban y se bendicen entre sí.
*****Sola­mente encuentras equilibrio en la vida cuando aprendes a confiar en el fluir de este ritmo antiguo.

Asimismo, el año es un viaje con el mismo ritmo.
Los celtas eran profunda­mente conscientes de la naturaleza circular de nuestro via­je.
Salimos de la oscuridad del invierno a la promesa y la efervescencia de la primavera.
En definitiva, la luz es la madre de la vida. Donde no hay luz, no hay vida.
La luz es la presen­cia secreta de lo divino.
Mantiene despierta la vida. Es una presencia que nutre.
Despierta el calor y el color en la natura­leza. El alma despierta y vive en la luz.
Nos ayuda a vislumbrar lo sagrado en lo profundo de nuestro ser.
Cuando la mente humana empezó a explorar el si­guiente gran misterio de la vida, el del amor, también utili­zó la luz como metáfora de su poder y presencia.

Cuando el amor despierta en tu vida, en la noche de tu corazón, es como un alba en tu interior. Donde había anonimato, hay intimidad; donde había miedo, hay coraje; donde reinaba la torpeza, juegan la gracia y el donaire; donde había aris­tas, ahora eres elegante y estás en sintonía con el ritmo de tu yo.

Cuando el amor despierta en tu vida, es como un re­nacer, un comienzo nuevo.

Anam Cara -

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