3.12.10


Del mismo modo que las luces del tablero de mandos del automóvil se encienden
e indican que ha subido la temperatura o queda poco combustible,
cada emoción es una luz de tonalidad específica que se enciende e
indica que existe un problema a resolver.

El miedo, la ira, la culpa , la envidia, etc., son estupendas y refinadísimas
señales, que alertan, cada una de ellas, acerca de un problema particular y
su función es remitir a ese problema.

Por lo tanto, las emociones son aprovechadas completamente cuando uno
aprende qué problema específico detecta cada emoción y cuál es el camino
que resuelve el problema detectado.

Cuando esto ocurre, uno se concentra en la resolución y le agradece a la
emoción haber orientado la mirada en esa dirección, por más dolorosa o
inquietante que pueda habera parecido al comienzo.

Continuando con la metáfora del tablero de mandos, las luces se aprovechan
en toda su utilidad cuando uno aprende qué es lo que indica cada una, y sabe
además, como encaminarse a resolver el problema que registra:
se que la luz que se encendió indica que hay poco combustible y sé como
dirigirme hacia la próxima estación.

Cuando llego allí y "cargo combustible" he completado el circuito que la luz
puso en marcha.
Creemos que las emociones son el problema.
Que el miedo, el enojo, la culpa, etc., son los problemas que nos acosan.

Y no es así.
Se convierten en problemas cuando no sabemos cómo aprovechar la información
que brindan, cuando nos "enredamos" en ellas y nuestra ignorancia emocional
las convierte en un problema más.

Entonces sí cada uno de estos estados agrega más sufrimiento a la
experiencia que vivimos.

Pero repitámoslo una vez más, no es la emoción en sí lo que perturba sino
el no haber aprendido aún cómo leer y aprovechar la información que trasmite.

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