Te propongo llevar una varita mágica permanente
y trabajar con el poder de la
palabra.
Que nuestras palabras sean de inspiración para vivificar en vez
de desalentar y destruir
Que nuestras palabras sirvan a la renovación y limpieza en el mundo,
Que nuestras palabras sirvan a la renovación y limpieza en el mundo,
viajando, sin nosotros saberlo, a los rincones más lejanos,
plantando una semilla aquí y
allá.
Que nuestras palabras traigan calor y armonía, unión,
que sirvan para sanar y no para herir.
Podemos hablar sin parar, aún en silencio, enviando nuestro amor
a todas partes y dando las gracias a la creación.
La regla es sencilla, pero muy
pocos la siguen:
“aprended a hablar con amor y dulzura…”.
Poco a poco notaremos cambios profundísimos en nosotros y descubriremos,
sin darnos cuenta, que vivimos en paz.
“Aprender a hablar con amor y dulzura,
no sólo a los seres humanos sino
también a los animales,
a las flores, a los pájaros, a
los árboles, a toda la naturaleza,
es una costumbre divina.
El que sabe pronunciar palabras
que inspiran, que vivifican,
posee una varita mágica
y nunca pronuncia estas palabras
en vano porque siempre,
en la naturaleza, uno de los cuatro elementos,
la tierra, el agua, el aire o el fuego,
están ahí, atentos,
esperando el momento de realizar todo lo que hemos expresado.
Puede ocurrir que la realización
se produzca muy lejos de aquél que ha proporcionado los gérmenes, pero sabed
que siempre se produce.
Así como el viento transporta las
semillas y las siembra muy lejos,
también nuestras buenas palabras vuelan y
producen lejos de nuestros ojos
resultados magníficos.
Si aprendemos a dominar nuestros
pensamientos y nuestros sentimientos,
a poneros en un estado de
armonía,
nuestra palabra producirá ondas que actuarán benéficamente
sobre toda la naturaleza humana”.
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