3.7.09

Por qué nos Enfermamos?

Cuando escuchamos por boca del médico el diagnóstico de que sufrimos

tal o cual enfermedad no podemos evitar preguntarnos: ¿por qué?,
¿qué hemos hecho nosotros para que nos suceda eso?

Y la respuesta casi siempre tiene el matiz de injusticia o, cuando menos, de incomprensión.
Mucha gente cree aún que la enfermedad se produce por injerencias externas que en forma de virus o bacterias atacan el buen funcionamiento de nuestro cuerpo.

Sin embargo, eso no explica por qué en la misma situación no se contagian todos los que han estado expuestos a ese ambiente contaminado.
Y es que las respuestas deben ser complementadas con nuevas ideas que nos hagan encontrar razones en otros campos más sutiles que interaccionan con nuestro cuerpo físico y que conforman también nuestra personalidad, como son los aspectos emocionales y mentales.

La ciencia no duda ya de la realidad de la interacción mente-cuerpo y conoce el efecto que los estados emocionales (depresión, amor, cólera, odio, amor, generosidad, alegría, optimismo...) producen en el organismo.
Sin embargo, queda aún mucho camino por recorrer hasta que se produzca un encuentro entre la Medicina tradicional y la Medicina Holística o Integral.

Porque esta última defiende que la mayoría de las enfermedades físicas son el resultado de una sobrecarga de crisis emocionales, psicológicas y espirituales.
Hoy, ante la aparición de los primeros síntomas, empieza la búsqueda implacable de culpables: ¿por qué ha fallado el corazón? ¿un excesivo nivel de colesterol?, ¿una vida demasiado sedentaria?, ¿un excesivo consumo de grasas o sal? ¿Por qué ese cáncer? ¿quizá el tabaco?, ¿la radiación ambiental?, ¿los genes...?

Es decir, siempre se busca la razón de la enfermedad en el mundo físico. Sin embargo, en la mayoría de los casos no es ahí donde hay que buscar sino en el plano emocional y mental. De hecho, se ha comprobado que previa a la aparición del síntoma de la enfermedad hay alteraciones en esos otros niveles que han provocado finalmente la disfunción física.
Hoy nadie pone en duda que el rencor, el odio o la depresión producen reacciones químicas en nuestro organismo, confirmación de que son nuestros pensamientos y emociones los que desencadenan el proceso -o, al menos, coadyuvan en él- que nos lleva a caer enfermos.

Y son muchos los profesionales que afirman hoy que la causa de la enfermedad se relaciona fundamentalmente con las tensiones internas presentes en la vida de una persona.

Tensiones que se podrían identificar con la culpa, el rencor, el odio, la falta de ilusión por la vida, la falta de autoestima y el miedo en todas sus manifestaciones.

Factores todos ellos desencadenantes de grandes "epidemias" .

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