25.6.09

La Influencia de la Palabra


Los padres y los maestros deberían conocer la influencia que sus palabras y actitudes tienen en los niños que tratan de educar.

Entonces procurarían, cuando tienen que corregir al niño o niña, que se viera claramente que lo que se rechaza es la cosa o defecto de la criatura pero no a ella misma.

No basta que la intención del educador sea correcta.
El niño registra tan sólo la forma en que tiene lugar la reacción del adulto y no su intención.

Y si bien es muy conveniente para su bienestar futuro corregir y disciplinar al niño, en ningún momento ha de sentirse éste rechazado o desamparado afectivamente por sus padres porque esto provocará en él una fuerte reacción de angustia que sólo producirá consecuencias perjudiciales durante el resto de su vida.

Este mundo de las sensaciones, emociones y experiencias infantiles, por el hecho de ser uno de nuestros primeros mecanismos psíquicos constituirá la base de nuestro ulterior edificio psicológico.

Posteriormente aparecerá nuestra facultad razonadora, reflexiva, crítica, etc., pero no olvidemos que antes todos nosotros hemos estado viviendo varios años dominados totalmente por este mundo compuesto de sensaciones, emociones y sentimientos, y este mundo psíquico permanece activo en nosotros durante toda la vida, detrás de nuestra actividad más o menos inteligente y reflexiva.

Por esta razón, en el mismo momento en que dejamos de estar plenamente despiertos, activamente conscientes, atentos, tiende automáticamente a imperar lo mágico e irracional de las sensaciones, emociones, deseos y temores, produciendo desviaciones tendenciosas en nuestros procesos mentales y la disminución más o menos acusada de su objetividad.
Los momentos en los que no estamos del todo despiertos durante el día son mucho más frecuentes de lo que creemos.

Bástenos evocar el espectáculo que se nos presenta a la vista cuando tomamos un medio de transporte: vemos a una absoluta mayoría de los pasajeros que parecen estar bajo los efectos de la hipnosis, con una expresión de ausencia total a pesar de estar despiertos, expresión que tampoco corresponde a la actitud de la persona que deliberadamente, esto es, de un modo consciente y activo, está absorta pensando en algo determinado.

Dan la completa impresión de estar soñando. Por la calle, igual: vemos a muchas personas que van por ella como medio sonámbulas.
En estos momentos, lo que rige en tales personas es el mundo psíquico infantil, caracterizado por la falta total de sentido crítico, y susceptibles de ser fuertemente influidas en su conducta no por razones, sino por cualquier estímulo sensorial que despierte asociaciones de tipo instintivo o emocional.

Antonio Blay -

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