9.9.10


El arte es un acto del alma, no del intelecto.
Cuando tratamos con los sueños de las personas –sus visiones, en realidad-
nos hallamos en el terreno de lo sagrado.

Estamos involucrados con fuerzas y energías más poderosas que las nuestras.
Invocamos al Gran Creador cuando invocamos a nuestra propia creatividad,
y esa fuerza creativa tiene el poder de cambiar nuestra vida, colmar nuestros
destinos y responder a nuestros sueños.

Para vivir una vida creativa, debemos aprender a perder el miedo a equivocarnos.
A menudo un bloqueo creativo se manifiesta como adicción a la fantasía.

En vez de trabajar o vivir en el ahora, nuestra mente se entrega en devaneos
de sueños diurnos, de los “podría ser”, “habría sido”, “debería haber sido”.

Uno de los grandes malentendidos acerca de la vida artística es que requiere
grandes impulsos de desvarío.

La verdad es que una vida creativa implica grandes dosis de atención.
La atención es un modo de conectarse y sobrevivir.
El premio de la atención es siempre la curación. La primera prioridad de nuestras
vidas debe ser nuestra propia curación.
Podemos comenzar con la curación de un dolor en particular

Pero lo que finalmente se cura es el dolor que subyace por debajo de todos los
dolores: el dolor de que todos estamos “inexpresablemente solos”.
Al darnos cuenta de eso, entonces la atención se convierte en un acto de conexión,
que nos une a todo y a todos.

La creatividad pertenece al orden natural de la vida.
La vida es energía: energía creativa pura.
Existe una fuerza creativa fundamental que mora en nosotros y que nos impregna
a nosotros mismos.

Cuando nos abrimos a nuestra creatividad, nos abrimos a la creatividad del Creador
que está dentro de nosotros y en nuestra vida. Todos nosotros somos creativos.

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